Pollo tenía frío por las noches, así que le hice una casa con el cartón de la caja de mi gabacha, la puse bajo la escalera. Por las mañanas se despertaba muy temprano, entraba a mi cuarto y me picoteaba los sueños hasta devorarlos por completo, solo así me despertaba. Le daba de comer granos de arroz con whisky, siempre terminaba el whisky antes que yo. Por las tarde solíamos salir a caminar cuando el sol ya no pegaba de golpe, me encabronaba cuando se echaba a correr y perseguía a los gatos del barrio, a veces los lograba alcanzar y les sacaba los ojos a puros picotazos, los gatos nomás salían maullando y chocando con todo mundo. Una vez una vecina me amenazó diciéndome que si volvía a dejar salir a mi pollo lo iba a matar, como era una vecina algo violenta decidí matarla antes de que ella matara a mi pollo. Por la noche trepé hasta su ventana, fue fácil ya que tiene una gran reja pegada a su pared tapizada de enredaderas, debido al calor dormía con la ventana abierta, sin hacer ruido entré a su recámara, la vi dormida profundamente, saqué un alfiler de mi bolsillo y le piqué la yugular, un hilo de sangre comenzó a bajar por su cuello hasta manchar las sábanas blancas, ella no despertó, mejor, así morirá lentamente hasta el amanecer.
El día en el que pollo cumplió un año fue especial, salí temprano a comprar un pastel de elote y una botella de whisky “Jack Daniel’s”, cuando regresé pollo estaba metido en el fondo de su caja, al sacarlo le ví la mirada perdida, estaba temblando y se convulsionaba, comenzó a aletear y sin querer lo dejé caer, en el suelo comenzó a revolcarse y retorcerse, de pronto se calmó, pensé que había muerto, lo tomé y me di cuenta de que las plumas se le caían, parecía que estaba muerto y se desintegraba, pero sus alas comenzaron a crecer, la piel se le hizo escamosa como la de las patas, le salieron cuernos y grandes picos de hueso cobre la espalda, sus alas crecieron el doble de su cuerpo, la cola igual le creció y al final de esta una púa venenosa la adornó, pollo se había convertido en una quimera, cuando terminó la transformación se estiró como si se desperezara, de un salto salió por la ventana y se alejó volando.