Siempre le habían llamado la atención los misterios de los mares, la inmensidad de los océanos le fascinaba, quiso estudiar oceanología y descubrir los secretos de los mares o biología marina para encontrar y conocer el mundo submarino pero tuvo que conformarse con ser contador, su familia pasaba por una mala situación económica y le pidieron, le rogaron, le ordenaron que estudiara una carrera de provecho, algo que le dejara dinero y le facilitara encontrar empleo seguro y rápido, así que Javier tuvo que dejar el romanticismo de los mares para dedicarse a las cuentas. Entró a un colegio técnico en donde cursó la carrera de contador público y se tituló a los dos años, tuvo suerte de encontrar trabajo en una empresa de gran renombre, poco a poco su nivel económico iba en aumento, su familia estaba orgullosa de él pues ahora era un hombre importante, al menos para su familia, pues era el que traía el sustento económico. Su padre era un hombre ya de edad, jubilado por el gobierno pero todavía con ánimos de vivir y encontrar que hacer en la vida, su madre en cambio, era una mujer poco más joven que su padre y sufría en todo momento de males que sólo ella percibía, que si las reumas, que la tos, ora la vista, el corazón, en fin, una mujer sin quehacer en la vida que necesitaba que todo mundo estuviera al pendiente de sus necesidades y que no le gustaba estar sola. A sus 33 años Javier vivía aún en la casa de sus padres, siendo hijo único el amor de su madre se volvió sumamente posesivo al grado de hacerle escenitas de celos con cada amiga que Javier llevaba a la casa, debido a ello Javier dejó de buscar a la mujer de su vida pues le preocupaba que su madre se le pasara la mano en un intento de ataque al miocardio y de verdad muriera, así transcurría su vida, entre las cuentas del trabajo, las cuentas de la casa y las pocas, bueno en realidad, las casi nulas cuentas de su vida. Por las noches tomaba algún libro de su colección personal a cerca del maravilloso mundo submarino, le gustaba observar las fotografías de focas, tiburones, imágenes aéreas en donde solo se percibía agua marina, pero uno de sus libro favoritos era el que hablaba sobre las leyendas de los mares, en especial de las sirenas. Cuando lo empezaba a leer se quedaba dormido y soñaba que se embarcaba sin rumbo fijo, navegaba por meses completos hasta que un buen día cerca de la costa, sobre una gran roca veía a una sirena peinando su larga cabellera que al percatarse de que estaba siendo observada de inmediato se sumergía para no volver a aparecer.
Pasaban los días y Javier comenzó a darse cuenta de que su vida era un montón de recuerdos sin sentido, trabajaba haciendo cosas que no le llenaban, sus sueños eran otros, quería navegar por el mar, conocer el mundo o por lo menos su país, viajando por las aguas, sintiendo el ese olor a mar, esa brisa fresca en la cara, ese inagotable paisaje de agua y cielo. Se levantaba cada mañana con esa idea, el día transcurría imaginando que estaba ya en alta mar y que después de un largo viaje escuchaba el mágico canto de una sirena llamándolo, él desesperadamente se lanzaba al agua y su sirena iba en su búsqueda, cuando lo encontraba lo llevaba a la una playa olvidada en una isla en medio del mar y se enamoraban perdidamente hasta el fin de sus días. Cuando daban las seis de la tarde el sueño de Javier desaparecía, tomaba su portafolio y tomaba el autobús de regreso a su casa en donde su madre y una larga lista de pesadumbres y malestares lo esperaba.
Fue una tarde de domingo cuando Javier sentado frente al televisor miraba un programa que hablaba de las sirenas y otras leyendas, su padre lo observaba detenidamente, después de unos minutos se acercó a su hijo aconsejándole que se mudara, que le hacía falta vivir solo, vivir su vida, tener amigos, fiestas, muchachas que lo acompañen hasta altas horas de la madrugada, o si no era eso lo que buscaba que se fuera al puerto y se embarcara de una vez por todas pues no hay nada peor en la vida que alimentarse con ideas reprimidas. El fin de semana siguiente Javier se encontraba viajando rumbo al puerto, las palabras de su padre fueron el empujón que necesitaba para liberarse de la desidia que lo aquejaba, después de horas de viaje llegó a un puerto comercial, para su mala suerte debido a su ignorancia sobre el tema no llegó un puerto en donde los barcos de pasajeros que daban la vuelta al mundo o por lo menos a la costa salían. Encontró a un par de marinos de aspecto rudo descargando kilos y kilos de peces, se acercó y preguntó por algún barco que zarpara hacia algún lugar cercano solo este fin de semana, los dos marineros se voltearon a ver y soltaron una carcajada que desconcertó y apenó a Javier. Les explicó que deseaba salir este fin de semana, aunque solo fuera un día entero y navegar en el mar, ellos le dijeron que se había equivocado de lugar, que ese no era un muelle turístico y no iba a encontrar uno cerca, que los barcos que allí se encontraban eran pesqueros en su mayoría y no eran para pasear a turistas. Javier cabizbajo dio media vuelta y se alejó del lugar, pensaba que había sido mala idea el salir a realizar su sueño, mientras caminaba observaba sus pasos, el sol se empezaba a ocultar en el horizonte, de pronto alzó la vista y recordó las palabras de su padre: no hay que alimentarse con ideas reprimidas. Regresó con los marinos y les pidió que lo llevaran a pasear en su barco, que les pagaría bien, ellos se voltearon a ver nuevamente y volvieron a carcajearse, Javier se sintió molesto y apenado otra vez, uno de los marinos lo miró y le preguntó que cuánto estaba dispuesto a pagar, el con una sonrisa les contestó que lo suficiente como para que no se arrepintieran, los marinos voltearon a verse nuevamente y con una leve sonrisa en sus labios asintieron afirmativamente el uno al otro, después uno de ellos se dirigió con voz fuerte a Javier diciéndole que lo esperaban al día siguiente a las mañana a las seis de la mañana en ese lugar.
Por la mañana siguiente Javier estaba a las seis en punto en el lugar pactado, los marineros llegaron con un poco de retrazo, la mañana había amanecido nublada y con fuerte viento por lo que les daba poca confianza para alzarse a la mar, tuvieron que esperar una hora mas o menos para poder saber si había buen tiempo para navegar y para fortuna de Javier el viento y las nubes desaparecieron dando paso a una mañana fresca y despejada. Durante las dos primeras horas de viaje Javier no se despegaba de cubierta, fotografiaba todo cada minuto aunque fuera pura agua, uno de los marinos subió a cubierta para hacerle compañía, comenzaron a platicar sobre su trabajo, la familia y cosas que es de rigor comentar y conocer de una persona, a pesar de su aspecto rudo los marinos eran personas amables. Durante la hora de la comida los marinos empezaron a platicar sobre sus innumerables experiencias en alta mar, eran tipos que habían vivido ya lo suficiente como para poder morir tranquilamente, Javier una vez entrando ya en confianza les preguntó sobre las leyendas de las sirenas, los marinos voltearon a verse y se echaron a reír, uno de ellos en forma de burla le dijo que eso solo eran cuentos de niños, pues nunca habían visto a las famosas sirenas aunque todos los marinos conocen bien esas leyendas, las sirenas son mitad mujer mitad pez, poseen una belleza inigualable y una voz mágica capaz de enamorar a cualquier marino que la escuche, los atrapan con sus encantos, los seducen para que vivan el resto de sus vidas con ellas. Javier estaba fascinado con las historias de sirenas que contaban los marineros, se imaginaba sumergido en el idilio marino del que las sirenas eran responsables. Al siguiente día el barco ya iba de regreso hacia el puerto donde habían zarpado, Javier estaba haciendo realidad parte de su sueño, se sentía satisfecho, parado sobre la proa del barco sentía el aire revolver sus cabellos y tenía esa sensación de dicha. Fue entonces, cuando de pronto a lo lejos vio una gran roca sobre el mar, ya cerca de la costa, y sobre la roca se movía algo, mientras el barco se acercaba la imagen se volvía más nítida, Javier no lo podía creer, tallaba sus ojos para cerciorarse de que era verdad lo que veía, sobre la piedra había una hermosa sirena peinando su gran cabellera oscura, desnuda del torso sus senos se movían al compás de sus manos cuando desenredaban sus cabellos, su cola brillaba en tono plateado reflejando la luz del sol, Javier gritó a los marinos pero estos no lo escucharon, la sirena miró a los ojos a Javier, abrió su boca y comenzaron a salir de su garganta algunos tonos melodiosos que cautivaron sus oídos, mientras el barco se acercaba mas y mas a donde estaba aquella sirena que solo existía en las leyendas, Javier hipnotizado por aquella canción deseó de una manera desesperante tocar a aquella hermosa sirena, se había enamorado perdidamente de ella, quería vivir a su lado en aquellas costas en donde se dice que las sirenas llevan a sus enamorados para vivir el resto de sus vidas juntos, Javier saltó del barco sin más ni mas, su mirada se convirtió en miedo pues no sabía nadar y sus desesperantes movimientos lo hacían hundirse en lugar de flotar en la superficie, por su mente pasó la idea de que aquella princesa lo rescatara y lo llevara con él, pasaban los minutos y Javier se ahogaba lenta y agónicamente, los marinos no se dieron cuenta del salto de Javier, minutos después medio ahogado vio como la sirena nadaba hacia él y tendió sus manos hacia ella. La sirena no se acercó más. Con su hermoso rostro sereno contempló cómo Javier se hundía lentamente. Cuando dejó de respirar, ella se aburrió y abandonó el lugar envuelta en un remolino de espuma.