junio 21, 2012

De perversiones

Pese a los minutos desde el balazo en la frente, el culo de Alicia seguía tibio, dulce, angustiosamente estrecho. Mientras la penetraba, el asesino le escribía maldiciones con un marcador negro en la espalda y en las nalgas. Pero su romance no terminaría esa noche, dejaría el cadáver en la cama dos o tres días más.

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