
Isabel cocinaba tranquilamente sobre la banqueta, una lona como techo la protegía del intenso sol que a las doce del día cae a plomo, sobre un anafre tenía un enorme comal en donde preparaba quesadillas y gorditas, esa tarde no había mucha venta así que decidió irse temprano a su casa que le quedaba solo a tres cuadras. Mientras recogía su puesto llegó un señor bien vestido, traje de buena marca, zapatos y cigarrera de buen precio, pidió solo una quesadilla de queso, Isabel gustosa le preparaba a aquel elegante caballero su antojito, pensaba en lo raro que una persona tan elegante y de buen porte fuera por esos barrios marginados a comer una garnacha. Mientras el hombre comía su quesadilla le dijo a Isabel que era una mujer muy linda, joven y muy simpática. Después de halagarla y de terminar su keka, aquel hombre le preguntó a Isabel si aceptaría acostarse con él a cambio de dinero a lo que ella sorprendida y ofendida le respondió que no, el hombre le dijo que le pagaría muy buen dinero solo por un par de horas. Isabel al saber la cantidad nada despreciable ofrecida por aquel hombre de apariencia elegante lo pensó detenidamente, evaluó su posición, era una mujer soltera, desde hace ya varios años independiente, aun en la flor de la juventud, a nadie le tenía que rendir cuentas de lo que hacía, ese dinero no le caería nada mal, además aquel hombre le parecía muy atractivo, después de meditar esto algunos minutos aceptó. El hombre le dio la cita para el siguiente día a las seis de la tarde, mandaría uno de sus lujosos carros a recogerla y la devolvería a su morada después de terminado el trato. Al día siguiente, Isabel no salió a vender garnachas, se levantó tarde y estuvo todo el día pensando en lo que usaría para aquella tarde, aprovechando su delgado cuerpo se probaba toda la ropa interior provocativa que tenía para asegurarse de ir lo más sensual posible. Al dar las cinco, pasado meridiano, Isabel estaba ya arreglada, el cabello recogido dejaba ver un juego de aretes y collar, una blusa escotada mostraba el principio de sus blancos senos y una falda entallada marcaba perfectamente la redondez de sus glúteos, sus pies los hizo lucir con sus zapatillas de tacón favoritas. A las seis en punto llegó un carro muy lujoso por ella, un mozo la ayudó a abordar el auto y desaparecieron entre el tráfico del atardecer. Cuarenta y cinco minutos después llegaron a su destino, una zona de mansiones muy lujosas, cuando el auto se detuvo en frente de la puerta de una de esas casas el caballero elegante apareció ayudando a Isabel a bajar del auto, ella estaba emocionada e impactada al ver aquella gran casa que le parecía hermosa. Ya en la sala bebieron algunos tragos del mejor whisky escocés, pasados los primero treinta minutos ya charlaban en confianza, entonces el hombre la invitó a su habitación. Una cama elegantemente adornada con rosas conmovió a Isabel casi hasta las lágrimas, nadie le había ofrecido algo así en su vida, abrazó a aquel hombre y lo comenzó a besar de una manera apasionada, sentados en la cama ella comenzó a desvestirse sin pena alguna, cada prenda que se quitaba le daba un tono más sexual a su sonrisa maliciosa que al hombre le encantaba y de inmediato comenzó también a desnudarse. Hicieron el amor como locos, dándose a cada rato, sin inhibiciones, ella besaba y disfrutaba cada centímetro del cuerpo de él y viceversa, parecían dos amantes que ya se conocían desde siempre en la cama, se entendían perfectamente, ella lo dejaba hacer con su cuerpo lo que se le antojaba, estaba a su entera disposición, él no podía saciar su apetito sexual pues deseaba más y más de aquel hermoso cuerpo. Después de dos horas de sexo intenso y sin censuras quedaron agotados bajo las blancas sábanas. Se dieron algunos minutos de descanso. Isabel se levantó de la cama tapándose pudorosamente sus senos y la oscuridad de su pubis, tomó su bolso y le lanzó un beso a su hombre que en la cama la admiraba. Se dirigió al baño, se miró al espejo y puso su bolso sobre un pequeño tocador, sonrió para ella misma, al salir del baño Isabel se acercó a él dejándole ver el vaivén de sus pezones al caminar, cuando estaba solo a unos centímetros de su amante, sacó de su bolso una afilada navaja y con un movimiento rápido y certero cortó la tráquea de aquel hombre, la sangre comenzó a brotar intensamente y le escurría a Isabel por todo su pálido cuerpo mientras se masturbaba disfrutando la tibieza de aquel líquido rojo, al terminar se metió a la ducha y se enjuagó. Nadie la vio salir en la oscuridad de la noche. Días después, Isabel se encontraba de nuevo sola, vendiendo antojitos en una provincia lejana, pensando en su última víctima, sonriendo para sí misma, esperando la siguiente oportunidad para saciar sus más bajas pasiones.
4 comentarios:
WoOoO!!! Que mujer,
¡Que envidia me da! jajá!
Pensé que era una interesada,
Pero insisto ¿porque lo mato?
¡Que me lo digan!
¿Seria acaso su mayor fantasía?
Jajá!
No preguntes
-¿porque una mujer sonríe para si misma? --
Otra historia mas que me deleita!!!
Que bien retratas ese lado oscuro de las mujeres: tener sexo sólo por placer y sin culpas y encima matarlo, sin ninguna razón, o talvez si?, tu lo sabrás. Será Alejandro que esta mujer es tu lado femenino....
excelente!!
excelente!!
Publicar un comentario