diciembre 18, 2008

De pecados

En aquel cuarto de hotel Sandra se desvestía mientras Gabriel la observaba detalladamente, pasaba sus ojos por cada rincón del cuerpo de Sandra. El ambiente estaba viciado de sexo y perfume barato, Sandra le acariciaba el pecho y le acercaba su cuerpo y sus voluptuosos senos. Lo desvistió, él obedecía cada petición de ella sin poner resistencia. Mientras Sandra terminaba de darle sexo oral de su espalda brotaron dos poderosas alas membranosas, las pupilas de sus ojos se asemejaron a las de un reptil y largos colmillos afilados asomaron de su boca, Gabriel asustado quiso huir pero sus blancas alas le estorbaron al querer salir por la puerta, Sandra reía mientras se consumía en sus propias llamas, Gabriel perdió su divinidad y se condenó a vivir entre los humanos por el resto de su vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Siempre es mejor tener alas membranosas!

paaype dijo...

por eso no es bueno confiar en las mujeres extremadamente sexys, el hombre entre más vulnerable es a esos encantos más se disfruta