También de amor se muere
Él es muy joven para comprender las dificultades de la vida, sólo tiene un par de días en este mundo pero de inmediato sabe qué hacer. Sale de su enredado refugio para comenzar su vida, sus extremidades son aún muy frágiles, pero pueden andar muy bien varios metros sin descanso, no puede ver bien, solo distingue intensidades de luz, esta falta de visibilidad la suple con un excelente sentido del tacto, así que todas las cosas primero las siente para saber qué son. Descansa a veces en pequeñas oquedades en los troncos de los árboles, o bajo la hojarasca, o en huecos subterráneos. Camina, come y duerme solo, no es muy sociable, de vez en cuando se topa con uno de su misma especie, entonces se tocan, se reconocen, esto dura sólo unos minutos, pero ese tiempo es suficiente para contarse sus penas, aprovechan la oportunidad para desahogarse el uno en el otro, para emborracharse de llanto, de dolor, de esa pena que se llama “soledad”.
Él ahora tiene cinco años, la mitad de su vida aproximadamente, ha conocido a muchos de su especie, todos machos, ha escuchado sobre aquello que ellos llaman “amor”, dicen que es el pero de los males, que cuando se enamoran pueden perder la vida, pero quienes han sobrevivido a tal embrujo cuentan que es lo mejor que le ha pasado, encontrar a alguien que los haga sentirse vivos, a alguien a quién darle amor y cariño, alguien con quién fundirse bajo las cálidas noches mirando cómo la luna se esconde entre las copas de los árboles. El “amor” es peligroso, cuando te enamoras todo es regocijo, felicidad, mientras te deslizas entre el tacto de tu amada, entre caricias que duran horas, ese ritual que siempre concluye con la acción de procrear, y al final olvidas que puedes morir, y es entonces cuando pagas por dejarte llevar por tus sentimientos, si recobras el sentido en el último minuto puedes llegar a salvarte. Dicen que hay que enamorarlas con el corazón, hay que amarlas profundamente, con todas tus fuerzas para que queden sumergidas en ese idilio, y como premio te dejan ir, es entonces cuando puedes salir ileso para volver a tu soledad.
Él estaba harto de estar siempre solo, soñaba con esas caricias en las noches, buscaba entre hojas secas, caminaba casi toda la noche en busca de alguien a quién entregarle su amor, tenía mucho miedo de morir, pero era tanto su deseo de amar que opacaba aquel temor por la muerte, se decía así mismo que iba a ser el mejor amante, escribiría poemas de amor, mejoraría su imagen, haría extremadamente feliz a su amada para que ésta le permitiera salir con vida, para enamorarla y robarle su corazón, y por que no, tal vez hasta llegar a ser una pareja.
Ahora ya había perdido la cuenta de las mudas que llevaba, se pasaba las noches en vela invirtiendo su tiempo en la búsqueda de un amor, cada instante era terriblemente devorado por sus ansias de saber, de conocer lo que era entregarse a alguien. Fue una noche de vagabundeo como todas las anteriores cuando apareció, Él estaba contándole sus sueños a las estrellas cuando la percibió, era más grande que él, caminaba sin preocupación alguna con ese contoneo de extremidades que lo cautivó. Ella fingió no verlo pero sabía de su presencia, estaba segura de que Él la seguiría donde fuera. Así pasó, durante algunos minutos, Él la siguió a una distancia prudente, cuando Ella se detenía a inspeccionar algo Él también detenía su marcha y se agazapaba para evitar ser descubierto, completamente enamorado perdió la timidez y el miedo y se fue acercando cada vez más, hasta que ya era tan corta la distancia entre los dos que Ella decidió darse vuelta y hacerle frente, extendió sus dos patas delanteras hacia arriba, dejando ver sus grandes colmillos en muestra de amenaza. Él totalmente idiotizado se acercó cuidadosamente, cada movimiento era decisivo para dar el siguiente paso, muy pero muy lentamente se acercaba a Ella, en unos segundos el ya había tocado una de las patas delanteras de Ella con cierto temor, Ella no se inmutó y dejó que se acercara más su enamorado. Cada vez que Él conseguía tocarla su excitación se desbordaba desesperadamente, su corazón se aceleraba a una velocidad inimaginable, era la primera vez que tocaba a alguien del sexo opuesto y le fascinaba, recordó que tenía que sujetarle bien las patas delanteras y mantenerlas arriba para que de esta manera permanecieran alejados de él los colmillos de Ella, con mucho esfuerzo lo consiguió y ahora Él estaba más cerca, los cuerpos se rozaban con cada respiro, comenzó a declararle su amor, a jurarle serle siempre fiel para mantenerse juntos y vivir acompañados uno del otro, comenzó a cantarle al oído una canción que sólo en ese momento entendió, Él bajó una de sus patas para acariciarle la espalda mientras la luna iluminada aquel encuentro de amor. La respiración de Él comenzó a aumentar de ritmo, se abrazó a Ella y comenzó a hacerla suya de manera desesperada pero a la vez amorosa, Ella dejó que le hiciera el amor de sea forma tan apasionada, los movimientos de Él eran cada vez más rápidos a medida que aumentaba su excitación, de pronto un gemido salió de su boca junto con un gesto de placer y de dolor al mismo tiempo, Ella le había clavado sus colmillos en el pecho justo cuando Él había bajado las patas que le servías como defensa, amorosamente Ella lo devoraba, con un rostro de satisfacción y de placer succionaba el cuerpo previamente digerido de su amante.
Después de una noche placentera en la que disfrutó primero del amor y después de una cena Ella siguió su camino, algunos metros más adelante encontró a otro novato en las artes de amar, lo sedujo y disfrutó nuevamente con aquel ingenuo que creía que no había sido devorado porque logró enamorarla con los versos que le susurraba al oído, pero Ella no pensaba ya en matarlo para luego comérselo puesto que en ese aspecto ya estaba satisfecha.
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