Bosques de coníferas dominan el paisaje, en estas tierras altas es lo que abunda. El viento sopla y produce un leve silbido cuando empuja a los árboles, las ramas se mueven tambaleantes y cortan la luz por instantes, las voluptuosas semillas caen al suelo, los nidos se balancean, las aves se preocupan. Una nube gris de gran tamaño ha ocultado la luz del sol, los cantos de las aves han cesado, varias surcan el cielo con cierta prisa, otras esperan. A lo lejos se distingue algo. Son ojos claros.
En el suelo hay algunas piedras con musgo verde pegado a ellas, algo de musgo también invade la corteza de los árboles, la tierra no se ve, hay demasiadas hojas secas. Algunos arbustos se amontonan, como buscando protección entre sus frágiles ramas, mas allá está el llamado “zacate”, amarillo, con hojas cortantes. La oscuridad llega primero al suelo del bosque que a algún otro sitio, serpientes, lagartijas conejos se esconden ante cualquier disturbio. Entre las ramas de los arbustos hay algo. Tiene piel blanca.
Las gotas de agua han empezado a caer despreocupadamente, llegan primero a las copas de los árboles, se deslizan por las ramas, caen al suelo y mueren, algunas otras mueren en la corteza y nunca llegan al suelo. El musgo parece que se alegrase con esta agua que cae para él inexplicablemente cae del cielo, recibe las primeras gotas y las guarda. Las nubes cada vez se hacen más oscuras y el ambiente cambia. Sobre el camino viene algo. Un cuerpo delgado y fino.
Hay en el bosque algo que atrae, no es el olor, ni los árboles, ni ese color verde. Ahora las gotas se han convertido en lluvia, el suelo del bosque se ha mojado y corren algunos riachuelos pendiente abajo, al musgo ahora le sobra el agua y no sabe cómo quitársela de encima, los árboles se quedan parados, quietos, mojados, resignados a tener que aguantar los caprichos de la naturaleza. Se escucha un trueno y el relámpago aparece por segundos. A unos pasos se escuchan ruidos. Tú.
Te sientas a mi lado, sin hablar, sonríes. No te importa la lluvia, me tocas, tomas mi mano, piensas. Te miro y callo, sonrío, no me importa la lluvia, tomo tu mano, te abrazo. El riachuelo ahora es más grande y el viento ha cesado, la lluvia ha opacado el paisaje pero el ambiente es fresco y hay un olor a nuevo.
El ruido de las olas nos despierta, el mar está azul, el calor nos invade, te miro, me miras… reímos.
1 comentario:
Este es de otra categoria...! tiene la virtud de llevar a quien lo lee a lugares que talvez no ha conocido, pero que seguro querria conocer.
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