febrero 15, 2010

El regreso


Los cuerpos se descomponían bajo el sótano, no había suficiente tierra como para cavar una tumba, solo podía ocultar lo que se podía. Mi casa estaba a fuera de la ciudad, a causa de mi soledad nunca me relacioné con nadie así es que nadie me visitaba, nadie podía oler aquel hedor dentro de la casa, yo ya me había acostumbrado a él, además las ratas roían y ayudaban a que los cadáveres se desintegraran más rápido. Aún conservaba en el refrigerador un par de hígados y tres pulmones, pensaba cocinarlos hoy para cenar, tal vez unos vegetales complementarían el platillo. Mientras ponía dentro de una olla los pulmones ennegrecidos pensaba en ella, fue entonces cuando tocó la puerta, abrí y la vi ahí parada, a pesar de los años seguía igual, esa miraba que me encantaba me observaba de la única manera que yo conocía, sus ojos expresaron mil sentimientos, su pelo despertó en mi aquellos recuerdos, su piel cuando apenas atiné a saludarla y darle un beso en la mejilla me recordó aquellas apasionadas noches. Me encontraba realmente sorprendido, pensé que nunca la volvería a ver, no podía pronunciar ni articular palabras, mi nerviosismo aumentó, recordé lo placentero que era mirarla, volví a ser feliz simplemente al sentir su mirada en la mía. No sabía el motivo de su llegada y no me interesaba, simplemente estaba ahí, lo que siempre había deseado: que ella regresara algún día. Ahora era para mí, había vuelto y sería para siempre, nunca jamás volvería a dejarme, la abracé y le clavé una daga en la espalda, solo un quejido escuché cerca de mi oído, la aparté y sentí su mirada de pánico, me besó con su último suspiro.