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En vísperas de Navidad el empleado de una tienda de electrodomésticos preparaba todo para entrar esa noche a la casa de su jefe. -Va a pagar el cabrón, hacerme trabajar todo el puto año sin descanso como pendejo, aguantando sus malos tratos, va a pagar por tratarme así-. La noche era fría, la calle estaba vacía, los perros ladraban delatando su presencia. -Maldito Sr. González, no sabe lo que le espera al cabrón!-. Mientras caminaba buscaba la casa de su jefe y no se percató de un enorme bache en el pavimento. No tuvo tiempo de sacar las manos de su sudadera para amortiguar el golpe, la navaja se le undió en las entrañas tan rápido que no se dió cuenta de lo sucedido. -Maldito, maldito Sr. González!-. La noche transcurría por aquella calle y las maldiciones se apaciguaron poco a poco. Los perros ladraron hasta el amanecer.
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Luna nueva, viento incesante, agua congelada, besos gélidos, caricias torpes.