Desde hoy me harás falta
hasta que también muera.
Desde niño lo veía llegar cuando regresaba del trabajo, era una persona que imponía su autoridad, con personalidad, frío, rudo, sin delicadezas ni cursilerías, pero cariñoso con mi madre, con mis hermanas y conmigo. Durante mi adolescencia fui rebelde, tuve muchos pensamientos entrecruzados sobre mi padre, aquel hombre rudo no comprendía mis miedos, mis sueños, mis preocupaciones, se dedicaba solamente a criticar mis actos con regaños y comentarios hirientes, cuando pasaron algunos años todo cambió, dejé de vivir en la casa de mis padres por un tiempo y cuando regresaba (generalmente cada ocho días) veía a mi padre cambiado, ya no era aquella persona que imponía su autoridad, aquella persona que intimidaba con la mirada, que criticaba mis actos, mis pensamientos, algo había en él que había cambiado, era mas amable, se interesaba en mis gustos, en lo que pensaba, lo que hacía, lo que decía… aquel hombre que no me enseñó a andar en bicicleta, ni a jugar fútbol, me enseñó cosas mas profundas como el poder del conocimiento, la estabilidad en una familia, la inmadurez de los adultos, la entrega en el oficio, la perfección en los actos, la responsabilidad de mis decisiones, la seriedad en los ojos, el obtener su confianza sin lugar a dudas fue lo mas difícil que aprendí con el.
Un hombre discreto, sin exceso de palabras, sin prejuicios, sin dios y sin diablo. Mirada seria, brazos fuertes y manos ásperas que le dejaba el trabajo, voz dulce pero con palabras duras y enérgicas, con sonrisa envidiable y carcajadas contagiosas, con amor por su familia: el jefe de la casa.
Hoy falleció mi padre, un paro cardiaco acabó con su vida débil desde hacía algunos meses, hoy termina su historia que dejó muchas satisfacciones, puedes descansar tranquilo Pa’, tu vida valió la pena, hiciste de ella todo lo que quisiste, la disfrutaste, pero cierto, no era tu hora aún, tal vez sí, pero para mí eras demasiado joven para la muerte.
Siempre estarás conmigo Pa’, nunca te dije lo mucho que te admiraba y te quería, ni lo bien que te veías con lentes y barba, ni tampoco te dije que me gustaba que manejaras a gran velocidad, hoy te confieso esto y que cuando tenía 15 años tomé de tu billetera tu tarjeta para ira al cajero y robarte cien pesos, también que tomé tus tenis convers la vez que regresé de Cancún porque los míos me los habían robado, te confieso que siempre fuiste mi ídolo, que nunca dejé de tener fe en ti, ni cuando tu trabajo ya no daba para mas. Hoy, demasiado tarde te confieso que el día mas importante en nuestra relación fue cuando te subiste a la azotea de la casa conmigo y me dijiste que ya no llorara, que en el mundo había más mujeres y me golpeaste la cabeza jugando, nunca olvidaré ese día.
Muchas gracias Pa’, por darnos tu tiempo y tu amor. Muchas gracias, por ti estoy ahora haciendo lo que me gusta, eso siempre me lo enseñaste y nunca lo olvidaré, hay que hacer en la vida lo que nos gusta. Te llevas un pedazo de mí, pero se queda todavía en este mundo un pedazo de ti: yo.
Te amo Pa’. Hasta siempre.